Como conclusión solo decir que Valen y yo estamos totalmente de acuerdo en resumir ésta experiencia con dos adjetivos: única e irrepetible y subrayamos y ponemos en negrita única e irrepetible. No sabemos si era el mejor momento para realizar la andadura, pero de lo que estábamos completamente seguros es de que era el momento y que nada hubiera sido igual sin los niños y por su puesto, sin el carrito. Por que al fin y al cabo "querer es poder" y todo lo que uno se propone se puede lograr, es el poder de la mente. Esta es una experiencia que nos cargamos en nuestra mochila para el resto de nuestras vidas y que como un buen amigo del camino solía decir: " en la vida real nadie te lleva tu mochila y lo que metas en ella lo has de llevar el resto del camino"
Este blog va llegando a su fin, y como pasa en las mejores películas que nos son pirateadas ni del top manta viene con extras: tomas falsas, gazapos, los comentarios de los protas etc.
Alex: No sólo recibió de Víctor una valiosa navaja multiusos sino que Gaspar le compro un palo para que lo talle y le haga unas marcas como las que el lleva (una por cada etapa del camino). Alex se ha hecho un hombre durante el camino, ya se afeita y después de las comidas toma café copa y puro.
Nerea: Si no era suficiente que una lugareña vendedora de recuerdos le regalase un colgante de la concha de Santiago, subiendo a Monte do Gozo ha conocido a Jesús, se han hecho novios y ya piensan en planes de boda.
Valen: Después de su experiencia con el carro, se está planteando seriamente abandonar la informática y dedicarse a subir las mochilas escolares de La Salle y Herri Ametsa.
Kris: Ha decidido arruinar a Natur House y crear su propio negocio de adelgazamiento " pierda 12 kilos en 12 días mientras hace turismo. Por cada etapa del camino, una molla que te quitas "
Curiosidad: No hemos visto ningún negr@ haciendo el camino.
Para rematar la frase de Kipling que vimos en Triacastela a mitad de camino: el vencedor
Si piensas que estás vencido, lo estás.
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si piensas que te gustaría ganar pero no puedes, no lo lograrás.
Porque en el mundo, el éxito comienza con la voluntad del hombre.
Todo consiste en lo que tengas en tu mente.
Muchas carreras se han perdido antes de haberlas comenzado,
Si piensas que no te atreves, no lo harás.
Si piensas que te gustaría ganar pero no puedes, no lo lograrás.
Porque en el mundo, el éxito comienza con la voluntad del hombre.
Todo consiste en lo que tengas en tu mente.
Muchas carreras se han perdido antes de haberlas comenzado,
y muchos cobardes han fracasado
antes de haber empezado su trabajo.
Piensa a lo grande y tus hechos crecerán.
Piensa en pequeño y te quedarás atrás.
Piensa que puedes y podrás.
Todo consiste en lo que tengas en tu mente.
Tienes que pensar bien para elevarte.
Tienes que estar seguro de ti, antes de intentar ganar un premio.
La batalla de la vida no siempre la gana el más fuerte
Piensa a lo grande y tus hechos crecerán.
Piensa en pequeño y te quedarás atrás.
Piensa que puedes y podrás.
Todo consiste en lo que tengas en tu mente.
Tienes que pensar bien para elevarte.
Tienes que estar seguro de ti, antes de intentar ganar un premio.
La batalla de la vida no siempre la gana el más fuerte
o el más ligero; tarde o temprano
el hombre que gana es el que cree poder hacerlo.
----------------------------------------------------------------------------------
Epilogo: Y seguimos sin dejar de sorprendernos, cuando pensábamos que ésto ya había llegado a su fín ... Va y una nueva estrella literaria, nos manda ésta pedazo de carta que sin exagerar nos ha dejado los pelos como escarpias. Para todos los que nos habéis acompañado día a día desde ésta ventanita, deciros que: sinceramente, os hemos sentido con nosotros.
Gracias por vuestro apoyo, y gracias por vuestra amistad.
----------------------------------------------------------------------------------
Érase una vez…
Una intrépida familia cuyos progenitores decidieron que ya estaba bien de hacer las cosas como todo el mundo: esta mal llamada sociedad del bienestar en la que estamos inmersos no va a decirnos cómo ser, ni mucho menos cómo vivir nuestra vida.
Ya desde el principio apuntaban maneras. No eran esclavos de modas ni modos, la palabra consumismo no estaba en su vocabulario… en fin, lo que todos decimos con la boca pequeña, pero luego somos incapaces de llevar a la práctica. Aunque, inteligentemente, no hacían ascos a los avances de la técnica, esos que nos están poniendo las cosas cada vez más fáciles -o más difíciles, quién sabe-, y que no mermaban su particular forma de ver la vida.
Un buen día decidieron que había llegado la hora de poner en práctica una idea tan antigua como el propio ser humano: vivir un sueño. Dicho y hecho, empezaron a soñar. La primera intentona fue de lo más estimulante, pero desafortunadamente el azar jugó en su contra, venció y el sueño se convirtió en pesadilla a medio camino. Lejos de desanimarse, la experiencia les llenó tanto que volvieron a intentarlo, -la cabezonería y el tesón humanos son admirables, y hasta temerarios, diría yo-, con alguna que otra mejora que hiciera más viable su proyecto inicial; y ahí estaban de nuevo, entre los intrigantes brazos de Morfeo.
Esta vez sí, el sueño marchaba viento en popa. Contra todo pronóstico, su envidiable fuerza de voluntad y el calor de su familia y amigos, iban haciendo desaparecer las piedras del camino como por arte de magia.
Nosotros, pobres diablos, que muertos de envidia seguíamos sus pasos desde la cómoda y bochornosa ventaja que nos otorgaban nuestros sillones, nos atrevíamos a darles consejos, y les enviábamos ánimos, y les contábamos chistes que les acompañaran e hicieran más llevaderas las penurias que soportaban alegremente, porque ya se sabe que el aguante del ser humano no tiene límites –que Dios no me mande todo lo que soy capaz de soportar, dice el refrán-. Nos sentíamos, de alguna manera, partícipes de ese sueño que, de otra forma, muchos de nosotros jamás hubiéramos llegado a convertir en realidad.
Y por esas peripecias del destino, consiguieron lo que otros antes no habían podido: que todos nosotros también viviéramos su sueño. Consiguieron dar, además de recibir, consejos, ánimos y chistes que nos acompañaran e hicieran más llevadero el hecho de no ser capaces de hacer otra cosa que observar embobados su proeza desde la barrera, consiguieron que nos sintiéramos útiles, casi imprescindibles, y tan emocionados como si realmente hubiéramos hecho el camino con ellos.
Nos dejaron a todos con la boca abierta, y el recuerdo de su hazaña llenará sin duda los fríos y aburridos días de nuestros inviernos. Vencieron, por fin, al tirano. Verdaderamente, es para estar orgullosos de ellos.
Una intrépida familia cuyos progenitores decidieron que ya estaba bien de hacer las cosas como todo el mundo: esta mal llamada sociedad del bienestar en la que estamos inmersos no va a decirnos cómo ser, ni mucho menos cómo vivir nuestra vida.
Ya desde el principio apuntaban maneras. No eran esclavos de modas ni modos, la palabra consumismo no estaba en su vocabulario… en fin, lo que todos decimos con la boca pequeña, pero luego somos incapaces de llevar a la práctica. Aunque, inteligentemente, no hacían ascos a los avances de la técnica, esos que nos están poniendo las cosas cada vez más fáciles -o más difíciles, quién sabe-, y que no mermaban su particular forma de ver la vida.
Un buen día decidieron que había llegado la hora de poner en práctica una idea tan antigua como el propio ser humano: vivir un sueño. Dicho y hecho, empezaron a soñar. La primera intentona fue de lo más estimulante, pero desafortunadamente el azar jugó en su contra, venció y el sueño se convirtió en pesadilla a medio camino. Lejos de desanimarse, la experiencia les llenó tanto que volvieron a intentarlo, -la cabezonería y el tesón humanos son admirables, y hasta temerarios, diría yo-, con alguna que otra mejora que hiciera más viable su proyecto inicial; y ahí estaban de nuevo, entre los intrigantes brazos de Morfeo.
Esta vez sí, el sueño marchaba viento en popa. Contra todo pronóstico, su envidiable fuerza de voluntad y el calor de su familia y amigos, iban haciendo desaparecer las piedras del camino como por arte de magia.
Nosotros, pobres diablos, que muertos de envidia seguíamos sus pasos desde la cómoda y bochornosa ventaja que nos otorgaban nuestros sillones, nos atrevíamos a darles consejos, y les enviábamos ánimos, y les contábamos chistes que les acompañaran e hicieran más llevaderas las penurias que soportaban alegremente, porque ya se sabe que el aguante del ser humano no tiene límites –que Dios no me mande todo lo que soy capaz de soportar, dice el refrán-. Nos sentíamos, de alguna manera, partícipes de ese sueño que, de otra forma, muchos de nosotros jamás hubiéramos llegado a convertir en realidad.
Y por esas peripecias del destino, consiguieron lo que otros antes no habían podido: que todos nosotros también viviéramos su sueño. Consiguieron dar, además de recibir, consejos, ánimos y chistes que nos acompañaran e hicieran más llevadero el hecho de no ser capaces de hacer otra cosa que observar embobados su proeza desde la barrera, consiguieron que nos sintiéramos útiles, casi imprescindibles, y tan emocionados como si realmente hubiéramos hecho el camino con ellos.
Nos dejaron a todos con la boca abierta, y el recuerdo de su hazaña llenará sin duda los fríos y aburridos días de nuestros inviernos. Vencieron, por fin, al tirano. Verdaderamente, es para estar orgullosos de ellos.