Parecía increíble el poder llegar hasta aquí, ni yo mismo lo hubiera pensado pero a diferencia del año pasado, vamos a ser cautos y aparcar la arrogancia. Miramos únicamente a la siguiente etapa, ese es nuestro reto, la de hoy ha empezado con muchísima niebla, tanto que hemos tenido que enchufarle los antinieblas al carrito. Hemos cambiado de táctica y hemos desayunado antes de salir, un record, hoy a las 7:30 antes que nunca, eso sí, los últimos como siempre. Da igual, el "taca ta" del carrito avanza inexorable y al final los vamos pillando a casi todos, hasta que llega la mitad de la etapa que es cuando nos desfondados. El monte precioso, pero hacía bastante rasca, tanto que Nerea iba tapada y con el saco metida dentro de su choza. Ya va cogiendo confianza y encima me dice que la suba mas arriba para que vaya tumbada, que no pare de golpe, en fin, que al final me dan ganas de sacarla y que vaya andando. Como decía la montaña muy bonita, estamos a 1400 metros y bajamos 150 para luego volver a subirlos hasta el alto do Poio. Aquí después de subir una rampa considerable por un pedregal que todos nos aconsejaron no hacer, hemos vuelto a caer en lo de todos los días, el almuerzo. Bocatas, caldo gallego, en fin, reponer fuerzas para la bajada. La bajada ha sido bastante mala hasta Triacastela por la pista pero no me arriesgaba a pasarlas canutas como lo pasamos en la bajada de la Cruz de Ferro. No se que ha sido más duro si la bajado o el olor a mierda de vaca que nos ha acompañado todo el rato. Hemos ido pasando por aldeas en las que el adoquinado era un tanto líquido y de color marrón y aquí no sabían ni quienes eran los del Madrid con lo que ni conversación, eso sí, alguno que otro ya tenía sus bastones preparados para que algún incauto peregrino se los comprase. El segundo tramo de bajada a cambiado y aunque seguía siendo un pedregal se ha metido por bosque y ha sido de lo más bucólico que hemos andado hasta ahora. Yo, que decir, alguien de dará el piñazo por quedarse mirando el artilugio y ya le he cogido tanto callo a ponerme los mosquetones sin mirar, tanto por atrás cuando subo, como por delante cuando bajo que la gente flipa bastante. Sobre todo esos que llegan al alto de poio con su mochilita todos cansados como si hubieran hecho el logro de su vida y aparezco yo con el carro y Nerea silbando. Al poco me tengo que meter en un txoko para coger respiración porque el talante dura lo que dura.
Termino con una frase que me ha gustado mucho que tenía el restaurante de Remedios en el alto:
La felicidad
es hacer lo que quieres
y querer lo que haces
y no soñar tu vida
sino vivir un sueño.
No cambies nunca
y no dejes que nada enturbie
la pureza que desprende
tu corazón.
Veis ya me he puesto místico y tontorrón. Mañana Triacastela - Sarriá.
Termino con una frase que me ha gustado mucho que tenía el restaurante de Remedios en el alto:
La felicidad
es hacer lo que quieres
y querer lo que haces
y no soñar tu vida
sino vivir un sueño.
No cambies nunca
y no dejes que nada enturbie
la pureza que desprende
tu corazón.
Veis ya me he puesto místico y tontorrón. Mañana Triacastela - Sarriá.